Reflexiones finales sobre un centenario
Durante todo un año —del 16 de noviembre de 2021 al 16 de noviembre de 2022— celebramos el centenario de José Saramago. Sin embargo, ese año fue mucho más que los 365 días que abarca, una expresión singular que bien podría encontrarse en una novela de Saramago. Permítanme explicar: esos 365 días comprenden el tiempo de concepción y preparación que los precedió y el tiempo que transcurre después. En este último período, ya en camino al segundo centenario, culminamos proyectos, hacemos balance y extraemos conclusiones. Este texto trata precisamente de estas últimas conclusiones.
Las reflexiones que aquí presento son prospectivas y se basan en lo que vi y oí, los lugares que visité y mi conocimiento de las personas y los grupos que, cada uno a su manera, celebraron a José Saramago. En resumen: a lo largo de un año ajetreado, aprendí muchísimo.
Primera reflexión: durante el Centenario, se mencionó con frecuencia (y, no pocas veces, con un énfasis retórico que no comparto) la condición de Saramago como Premio Nobel de Literatura (“nuestro Nobel”). Sin duda, este reconocimiento es un honor y constituye un activo simbólico muy significativo, pero el legado de Saramago no se limita a ello. Lo he mencionado varias veces: muchos escritores galardonados con el Premio Nobel no han pasado a la historia; otros, que no lo recibieron, siguen vivos a su manera. Como si dijéramos: celebramos a un gran escritor que también fue Premio Nobel, y no a un ganador del Premio Nobel simplemente por haberlo sido.
En segundo lugar, el legado de José Saramago abarca dimensiones y alcance excepcionales, trascendiendo su obra literaria. En una época marcada por crisis y amenazas que ponen en peligro el futuro de la humanidad, dicho legado se revela como fundamental en los planos social, ideológico, político y ético, tal como quedó patente durante el Centenario. Sin embargo, es importante tener presente lo siguiente: lo que convierte a Saramago en un referente, tanto para el presente como para el futuro, son sus novelas y cuentos, sus obras de teatro y poemas. El resto, estrechamente vinculado a su obra literaria (tan apreciada y leída por millones de lectores), queda subsumido por ella. En este sentido, invertir las prioridades convertiría al escritor en una figura obsoleta, como la historia literaria demuestra implacablemente.
Tercera reflexión: el legado perdurable de José Saramago se fundamenta en su herencia cultural, plasmada en los textos que nos legó. El centenario, sin embargo, puso de relieve una tendencia muy fructífera, ya evidente: siempre consciente del valor y la importancia fundamental de su obra literaria, José Saramago desafía otros lenguajes y contextos artísticos. Teatro y cine, ópera y artes visuales, música y danza son, entre otras, expresiones estéticas que contribuyen al legado perdurable del escritor, a la renovación de las interpretaciones que suscita e incluso a la captación de nuevos lectores.
Cuarto: En el contexto de sus iniciativas, la celebración de un aniversario abarca diversas actividades, algunas más festivas y ostentosas, otras más discretas y sobrias. En el caso del Centenario de Saramago, todas tuvieron la dignidad que emana de la generosidad de quienes las llevaron a cabo, en su tiempo. Pero no es aconsejable menospreciar, como a veces sucede, el estudio y la reflexión lejos del foco mediático y las comodidades superfluas de los poderes establecidos. Por arduas que sean (y lo son), la edición filológicamente rigurosa de un libro, la descripción metódica de una herencia, el análisis teóricamente fundamentado de una narración o la exégesis que busca los significados más profundos de una obra son contribuciones decisivas para asegurar la supervivencia de un escritor. La celebración de un Centenario también debería servir para garantizar que esto se reconozca, sin ambigüedades ni condescendencia.
Reflexión final: Al concluir el Centenario, afirmé que José Saramago no debería ser institucionalizado ni, desde un punto de vista patrimonial, considerado propiedad de nadie. Estas palabras deben entenderse con el sentido implícito de una exigencia y no como una mera afirmación. Lo que quiero decir (o incluso afirmo) es que, desde un punto de vista patrimonial, el legado de un escritor pertenece a sus lectores y se basa en la libertad de sus elecciones. En el tiempo y el espacio de la lectura, individualmente o multiplicada por millones, el lector decide el futuro del escritor. Las evocadoras propuestas que suscitan los aniversarios son precisamente eso: propuestas, no decretos que cuestionen esa libertad. Es, en definitiva, la garantía de la supervivencia de la literatura y el arte.
Carlos Reis, Comisionado para el Centenario de José Saramago
Lisboa, 30 de diciembre de 2022